Anillo roto – Capítulo 6

Capítulo 6

El silencio esta vez parecía que no iba a terminar nunca.

Óscar se quedó inmóvil y Kassel no se atrevió a mover un dedo, pero Inés se acercó despreocupadamente a la ventana y la cerró de puntillas, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo.

Sin el sonido del viento, el estudio personal de Inés quedó tan silencioso como una casa de cuento abandonada. Sintiéndose ansioso, Kassel miró cuidadosamente a Óscar para notar que las puntas de sus dedos temblaban.

—¿Por qué...? —preguntó Óscar con voz baja y tranquila, como si no pudiera repetir las palabras de Inés.

Kassel retrocedió lentamente un paso. Debería haber permanecido más alejado. Sin embargo, era demasiado tarde para arrepentirse ahora.

—Ven aquí, Kassel.

Era la primera vez que Inés le tuteaba. Su voz tenía un tono condescendiente, pero aún así era la primera vez.

Kassel no tenía intención de acatar su orden, a pesar de la sorpresa que le produjo oír su nombre de pila. Por ahora, lo más importante que tenía que hacer era alejarse lo más posible de Óscar.

Al notar que Kassel movía fervientemente la cabeza de un lado a otro, Inés le preguntó cortésmente—: ¿No deberías protegerme ya que soy tu prometida?

Se suponía que era una petición, pero Inés tenía la habilidad de hacer que sonara como una orden.

'Por favor, no me metas en esto…' rezó Kassel para sus adentros.

—Dime la razón, Inés Valeztena de Pérez. —exigió Óscar.

—¿Kassel?

Ignorando al príncipe heredero, Inés volvió a pronunciar el nombre de su prometido sin pestañear.

Antes de que Kassel pudiera siquiera reaccionar, Óscar soltó con frustración—: Deja a ese estúpido niño fuera de esto.

—El príncipe heredero me está haciendo pasar un mal rato ahora mismo, Kassel. Eres un hombre, ¿no? Haz algo al respecto.

'¿Desde cuándo te has convertido de repente en una niña indefensa?' Quiso replicar Kassel. Era ridículo que Inés tuviera las agallas de rechazar a Óscar en su cara y, sin embargo, ahora sacara egoístamente la carta del género porque la situación se había complicado.

No, no se le ha complicado, simplemente le molesta. A pesar de sus pensamientos, el cuerpo de Kassel se movió por reflejo ante su demanda y se colocó junto a Inés. Oh, ¡cómo odiaba el código de conducta de los hombres orteganos en estos momentos!

—Alteza, mi prometida dice que la está haciendo pasar un mal rato.

—Los niños no deben involucrarse en una conversación entre adultos.

—Alteza, Lady Inés sólo tiene seis años.

Kassel quiso añadir desesperadamente que el propio príncipe heredero sólo tenía diez años, pero decidió no empeorar las cosas.

—¿Honestamente la ves como tu igual, Kassel?

¿No había dicho que simplemente quería obtener a Inés? Pero a Kassel le pareció que Óscar la quería sólo porque le gustaba más de lo que podía imaginar. Su primo estaba enamorado de Inés, y era un amor profundo y fuerte. Kassel ahora quería alejarse de Óscar, más que nunca; nada iba a ser más incómodo que ver a Óscar derrumbarse por un corazón roto.

Pero antes de que pudiera dar el primer paso, Inés saltó y lo empujó hacia delante, más cerca de Óscar. Kassel giró la cabeza y miró a Inés con incredulidad, pero Inés utilizó su pequeña mano para agarrarle la barbilla y volver a girarla hacia Óscar.

—¿De verdad tienes la osadía para enfrentarte a mí? —se burló Óscar.

Mientras tanto, Inés ya había dado un paso atrás, apartándose descaradamente de la conversación.

—Yo... no quiero enfrentarme a ti, pero...

—¿Pero? ¿Qué más tienes que decirle al príncipe heredero de un imperio?

—Su Alteza, Lady Inés-

—Es suficiente. Hablaré directamente con Inés.

Óscar volvió a dirigir su atención hacia Inés, sin darse cuenta de lo ridícula que se había vuelto esta situación desde el momento en que Inés suplicó -o más bien exigió- la ayuda de Kassel.

—Creo que estás ocultando tus verdaderos sentimientos, Inés—empezó Óscar—. Creo que sabes lo que sientes, pero no quieres admitirlo porque mi posición y mi estatus te resultan opresivos. Sí, me convertiré en el Emperador de una nación, pero Inés... No olvides que tú también eres lo bastante inteligente como para convertirte en Emperatriz. Tú y yo juntos, podemos sacar lo mejor el uno del otro.

Kassel puso accidentalmente cara de disgusto, pero Óscar estaba demasiado absorto en su poético discurso como para darse cuenta.

—Piénsalo. Gobernaremos Ortega juntos. Puede parecer una carga porque el papel de una Emperatriz no es tarea fácil, pero sé que harás un trabajo increíble. Eres perfecta para ello, y nadie en todo el continente podrá darte alas como yo. Pronto te darás cuenta de ello. ¿De verdad crees que ese estúpido chico rubio de ahí tendrá el mismo aspecto cuando sea mayor? No tiene nada más que una cara bonita, e incluso eso se desvanecerá cuando la edad le golpee. Piensa en lo que yo puedo ofrecerte en comparación con él.

»Intenta pensar en el futuro a largo plazo, Inés Valeztena de Pérez. Eres más lista que esto, ¿verdad? Casarte es una de las cosas más importantes que harás en la vida, así que sé más reflexiva a la hora de tomar tu decisión.

Perdido en el apasionado discurso de Óscar, Kassel dio un respingo cuando sintió que los diminutos dedos de Inés le rodeaban el hombro y tiraban de él para acercarlo a ella. Se sobresaltó no sólo porque le sorprendió, sino porque era la primera vez que ella le tocaba desde sus esponsales, durante los cuales se vieron obligados a darse la mano. Su tirón no fue lo suficientemente fuerte como para mover su cuerpo, pero el concepto de modales ya estaba grabado en la mente de Kassel; no tuvo más remedio que inclinarse hacia ella.

Inés le puso la mano en la oreja y le susurró—: Dile que no me interesa.

Kassel la miró con desesperación en los ojos, pero Inés no iba a dejarlo escapar. En lugar de eso, arrugó las cejas en silencio y le instó a actuar.

Acorralado, Kassel se dio la vuelta a regañadientes para mirar a su futuro amo y murmuró.

—Um… dice que no está interesada.

—¿Te lo acabas de inventar, Kassel Escalante?

Al oír la respuesta de Óscar, Inés volvió a ahuecar inmediatamente las manos y susurró al oído de Kassel—: Dile que no.

—Ella... eh... dice que no lo hice.

—¡Aléjate de ella en este instante!

Sin embargo, Inés se abrazó al brazo de Kassel y volvió a tirar de él hacia ella, esta vez con la fuerza suficiente como para moverlo de verdad.

Furioso de que Kassel siguiera adelante con las acciones de Inés, Óscar dio un gran paso hacia ellos. Pero Inés se apresuró a responder dando otro paso atrás, haciendo que Kassel diera también un paso con ella.

Sin quererlo, Kassel estaba ahora delante de Inés, parecía que protegía deliberadamente a Inés de Óscar como si fuera una niña indefensa acosada por un patán.

Con la frustración y la incredulidad apoderándose de la mente de Óscar, éste lucía el ceño más fruncido en su rostro.

—Dime entonces por qué, Inés. Dame una razón que pueda entender.

De forma esperada pero no deseada, Kassel sintió el pelo negro carbón de Inés hacerle cosquillas en la mejilla y su suave aliento calentarle la oreja mientras le susurraba de nuevo—: Dile que no hay ninguna razón. Que simplemente no me gusta. De verdad que no me gusta, pero no sé por qué.

Aquella afirmación fue seguida de algo parecido a una mirada que exigía que repitiera exactamente lo que ella había dicho. No tienes que cambiar ni una palabra, parecía decir su mirada.

Impotente, Kassel volvió a mirar a su futuro amo con una mirada mecánica y repitió.

—Dice que no tiene motivos, Alteza. Dice que simplemente no le gustas. De verdad que no le gustas, pero no sabe-

—¡Cállate, Kassel Escalante!

En ese momento, Inés palmeó el hombro de Kassel como si quisiera consolarlo, pero más bien parecía que le estaba diciendo que ahora estaban en el mismo barco.

—¡Dime que Kassel se está inventando todo esto, Inés!

—¡Ay, Kassel! ¡De repente me da vueltas la cabeza! ¿Serías tan amable de llevarme a mi habitación?

Inés había decidido ignorar por completo al joven príncipe heredero y hablar sólo con Kassel, por incómodo que fuera.

Esta situación podría haberse salvado si nunca antes se hubiera dirigido directamente a Óscar, pero esa opción nunca estuvo disponible en primer lugar. Con la referencia directa del príncipe heredero a Inés y su acto deliberado de ignorarlo, un pequeño escalofrío de miedo se introdujo en el corazón de Kassel.

—No te atrevas a moverte, Kassel Escalante. Ahora mismo me duele la cabeza, Kassel.

Era asombroso cómo Inés sabía exactamente cómo utilizar a Kassel para conseguir lo que quería; no renunciaba a su obligación a hablar con el príncipe heredero, pero en cambio se ganaba el derecho a ignorarlo.

N/T: Inés tiene la obligación de hablarle al Príncipe. Pero usando la excusa de que se siente mal puede ignorarlo sin cometer una falta.

—Soy tu amo, Kassel Escalante.

—¿Me vas a sujetar, Kassel?

—Sigue mis órdenes, Kassel Escalante.

—El ruido está empeorando mis náuseas, Kassel.

Ambos habían iniciado oficialmente una batalla psicológica, y Kassel se había convertido en su árbitro.

Atreviendo su mirada entre su molesto futuro maestro y su incomprensible prometida, Kassel pensó para sí: La vida no debía ser tan complicada. El amo al que servir, la responsabilidad del heredero, el futuro duque... Todo esto le estaba enseñando a Kassel las dolorosas realidades de la vida, y sólo tenía seis años. Inteligente y maduro o no, aquello estaba siendo demasiado.

En ese momento, Inés separó los labios y habló como si leyera su mente.

—No olvides que sólo tienes seis años, Kassel. No hay nadie a quien debas servir como tu amo todavía.

Con el sol empezando a ponerse tras ella, parecía como si brillara con el aura de un sabio oscuro.

Y así fue como Kassel Escalante cogió la mano de Inés Valeztena por primera vez. Se alejaron del príncipe heredero, con el sonido de sus gritos resonando en sus oídos.


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